Te odio y ya no conozco otro sentimiento. Sé que este aviso te llegó tarde, pero quiero que tengas claro que para mí llegóa tiempo.
Presta atención:
El resto de tus días vas a lamentar haber envenenado con tus besos mi existencia. Te lo puedo asegurar. Pero ahora déjame, por fin, preguntarte: ¿No te bastó con dejarme la vida marcada por el miedo? ¿Ni con despojarme de mi puro amor? Sabes, ya no me importa lo que opines. En esta carta atarás cabos y recordarás que arrasaste con lo más grande y sagrado que yo te pude dar. Ahora solo tengo odio para ti. Aunque insisto, nunca es tarde para decirte lo que anoche yo quería gritarte: No soy ningún cobarde. Ni siquiera pudiste escuchar el murmullo de mi llanto famélico de comprensión.
Te dormiste indiferente. Pero hoy te levantarás y tu mirada sobre mí será distinta, te lo puedo asegurar. Admítelo, habías planeado mi desgracia desde siempre. Yo admito que fue difícil librarme de las infinitas flechas amargas que con tus palabras me lanzabas y del cortante filo de tu cuerpo. Pero lo logré, lo logré, pese a que siempre te encargaste de hacerme creer que yo era un cobarde, que nunca me atrevería a dar este paso y que no podría nunca hablar de nada ni hacer nada que no fuese metafórico.
Pues bien, hoy quiero que mires por tu ventana cuando acabes de leerme, porque sabes que tu ventana daba a la mía y hoy, por ser una ocasión especial, me verás de nuevo desde allí. Verás mi cuerpo sacudiéndose como un péndulo y tú reaccionarás, quien sabe si con un grito fuerte o con la respiración ahogada. Tratarás en vano de pensar, pero no podrás, te lo aseguro. Te lo digo yo que conozco ese sentir ylo que significa tener la mente nublada por el miedo. La quietud de la angustia ahora es tuya.
¿En serio habías pensado que me conformaría con vivir como un fantasma resignado?, ¿De verdad, creíste que nunca sería capaz de dar el paso? Nunca olvides que un suicidio puede ser una venganza.
Jeimmer Eduardo Padilla
Cartagena, 26 de noviembre 2024
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